miércoles, 27 de abril de 2016

15ª etapa. Trujillo

15ª etapa. Trujillo

Por fin el llano puso orden en tanto sube y baja. Los Andes son preciosos y tienen una imagen majestuosa pero al cabo de tantos días se agradece una pausa. Lambayeque, sorprendentemente, no tiene terminal de autobuses. Hay que tomar un taxi colectivo que por 2 soles te lleva hasta Chiclayo y allí Emtrafesa, o cualquier otra empresa de transportes te facilita el pasaje hasta Trujillo. Los más de 200 kilómetros que separan estas dos ciudades se hacen en 3  horas y media. Es la carretera Panamericana que aquí se torna llana y de firme aceptable. En el recorrido se suceden las imágenes cenizas y solitarias del desierto costero, con el verdor de los valles  fluviales que, a trechos, cobijan arrozales y maizales. 


                                                       Desierto costero


                                             Campos de arroz


Trujillo es una gran ciudad costera peruana. Sigue los mismos patrones arquitectónicos que el resto de ciudades que he visitado. Guarda un cierto sabor colonial, pero sólo en su centro histórico, fuera de ahí el mal gusto de las casas sin rematar, los escasos enlucidos de paredes y el cableado caótico de toda la ciudad la afean y oscurecen. Es también, al igual que otras, una ciudad ruidosa hecha para los coches, furgonetas y taxis. No hay semáforos para peatones, los pasos de cebra están para embellecer el asfalto, no para ser respetados. Y, sin embargo, Trujillo guarda un sabor a cocina, a cultura,  a universidad. 


                                             Plaza de Armas

La oferta cultural es amplia, estamos en territorio mochica. El Moche es el río que acaricia a Trujillo por el sur. Su vega se torna verde de huertos y sembrados y acoge los vestigios de la cultura moche, pueblo agrícola precolombino que tuvo su mayor desarrollo entre los siglos II  y  VIII.


           Museo de Huacas de Moche


                              Cerro Blanco y Huaca de la Luna en primer término

Trujillo guarda en sus proximidades otra gran sorpresa, las ruinas de la antigua capital del reino Chimú. Entre Trujillo y la próxima ciudad de Huanchaco se encuentran el Museo del sitio y las ruinas de Chan-Chan, una ciudad que cubre un área de 20 kilómetros cuadrados. Situada en pleno desierto costero, sus construcciones se hicieron con grandes ladrillos de barro secado al sol. Estos adobes han terminado por ceder, en parte, ante fenómenos climáticos como el Niño, pero han sabido aguantar el rígido clima árido de la costa peruana. Sólo los recintos centrales de esta gran ciudad ocupan un área de 6 kilómetros cuadrados. Es aquí donde se ubican las zonas visitables como el palacio de Nik An. La cultura Chimú brillará al final de la etapa mochica y declinará con la invasión inca de su territorio en el siglo XV.

                                    Decoración del Palacio de Nik An

                                                              Corredor


                                                   Cerámica chimú
Cuando, en nuestro viaje de regreso a Trujillo creemos que Chan-Chan ha finalizado, nos encontramos con nuevas huacas. Estas pirámides truncadas edificadas enteramente con adobes son el testimonio de la grandeza que en su día alcanzó la cultura Chimú. Entre estas otras pirámides podemos destacar la Huaca Esmeralda. (La misma entrada de Chan-Chan nos permite acceder a su interior).

                                               Huaca Esmeralda

Los turista que recorren esta costa del Pacífico evitan las playas próximas a Trujillo. Son recomendables y más seguras las de Huanchaco, un pequeño pueblo pesquero dependiente de Trujillo que presenta un ambiente más turístico. El embarcadero y sus proximidades son testigos de las galopadas de los caballitos de totora echando sus redes o complaciendo a turista aventureros.

                                                   Huanchaco


martes, 26 de abril de 2016

14ª etapa. Lambayeque

14ª etapa. Lambayeque

La carretera que comunica las ciudades de Cajamarca y Lambayeque se hace en su mayor parte en descenso. El primer tramo nos sirve para despedirnos del paisaje andino boscoso lleno de prados y tierras de labor en ladera. Aquí las nubes se tocan con las manos. Más adelante, la carretera en descenso sigue el curso del río Jequetepeque que, encajado en el terreno se abre paso entre grandes murallones de calizas. En ocasiones, cuando el espacio lo permite, surgen los cultivos y las  casas humildes. Conforme nos acercamos a la represa de Gallito Ciego, las últimas laderas de los Andes reverberan y aparece el granito y, como por encanto, las montañas desaparecen y la llanura se adueña del paisaje. El río alimenta los campos de arroz que se extienden por todas partes.



Nos dirigimos a la ciudad de Chiclayo, la carretera gira y nos alejamos del verdor, entonces la vegetación casi desaparece y la arena lo inunda todo, estamos en el desierto costero peruano. El aumento de la temperatura que hemos notado en nuestro descenso, es ahora más acusado.

                                              Desierto costero

Chiclayo, muy cerca de  Lambayeque, es una ciudad grande  pero no muy recomendable para los turistas, esa es la opinión que he podido recoger de algunos vecinos. A 20 kilómetros de ella se encuentra Lambayeque, más pequeña (80.000 hab.), más tranquila y llena de recursos culturales. A esta ciudad sólo le falta que sus responsables políticos le presten un poco de atención. Tiene dos importantes museos: Las Tumbas reales del Señor de Sipán y el Museo Arqueológico Nacional Bruning.

                                                 Plaza central de Lambayeque

Lambayeque es además una ciudad ruidosa, repleta de actividades comerciales y de taxis colectivos tipo furgoneta y mototaxis. Los primeros te pueden hacer un recorrido de 20 kilómetros por 2 soles. Los segundos hacen carreras en la ciudad por no más de 3 soles. El regateo es casi obligatorio y recomendable en cualquiera de los casos.
  

 Entre los escasos edificios de tipo colonial que conserva Lambayeque se encuentra la Casa Montjoy o casa de la Logia, construcción del siglo XVI que tiene entre sus atractivos poseer un balcón en madera de 67 metros de longitud, y un artesonado también en madera muy bien conservado. En su interior se explica el proceso de independencia peruana y, en particular, de Lambayeque.


                                             Casa Montjoy

 Muy cerca de la Plaza de Armas de Lambayeque, se encuentra el Museo Arqueológicvo Nacional Bruning, llamado así en honor de  del alemán Heinrich Bruning, un estudioso de la cultura mochica. En sus cuatro plantas alberga una importante colección del piezas de diferentes culturas precolombinas peruana: mochica, chimú, lambayeque, inca, ... La entrada cuesta 8 soles.


                                       Museo Arqueológico Nacional Bruning


                                             Cerámica Lambayeque. Museo Bruning.

El otro gran museo de esta ciudad es el llamado de las Tumbas Reales del señor de Sipán. Este magnífico centro cultural es en realidad un museo arqueológico donde se ubican las numerosas piezas de cerámica, tejidos, orfebrería, etc, que se encontraron en el yacimiento de Sipán, un pequeño pueblo cercano a Chiclayo. Este yacimiento formado por un conjunto de pirámides se conoce también con el nombre de Huaca Rajada. De entre las tumbas excavadas la más conocida es la del llamado señor de Sipán. (Advertencia al turista: En su interior no se permiten hacer filmaciones ni fotografías) La entrada para extranjeros 10 soles.

                               Museo de la Tumbas Reales de Sipán

Lambayeque cuenta en sus proximidades con un gran número de yacimientos arqueológicos: Huaca Chotuna, Ferreñafe, donde se encuentra el yacimiento del señor de Sicán y el museo del sitio y Túcume. Este último es un conjunto que ocupa un área de unas 220 hectáreas en las que podemos encontrar hasta 26 pirámides monumentales construidas en adobe y, como es lógico en estos casos, deterioradas por las inclemencias meteorológicas. Junto al yacimiento se ubica un museo que recoge las piezas encontradas en el lugar. Entrada para jubilados 5 soles.


                                                    Pirámide de Túcume

 Estamos muy cerca del pacífico y, entre los platos típicos de la gastronomía peruana no nos podemos olvidar del ceviche, del que encontraremos algunas variedades. El que os presento es el ceviche de tollo: El pescado se acompaña de mote, cancha, guacamote y cebolla, es decir de maíz cocido, maíz tostado, un tubérculo parecido a la yuca y cebolla. Precio: 8 soles

 Ceviche de tollo

lunes, 25 de abril de 2016

13ª etapa. Cajamarca

13ª etapa. Cajamarca

La dificultad de las comunicaciones en esta región andina y la necesidad de aprovechar el tiempo aconsejan, para llegar a Cajamarca, realizar un viaje nocturno. Son 7 horas y media de autobús por carreteras de montaña que, si bien presentan un aceptable estado del asfalto, no permiten alcanzar grandes velocidades. Tratar de dormir es el mejor consejo que se puede dar para este caso. El autobús de la compañía Virgen del Carmen iba casi al completo. Campesinos, personas del medio rural, a juzgar por sus indumentarias, por sus comportamientos y por la carga que llevábamos en los maleteros, sacos de patatas, de maíz, sillas, fardos de ropa, sólo  mi maleta parecía ajena a tanto fardo.
Con las primeras luces se llega a Cajamarca. La terminal de buses no merece tal calificativo. La peor con diferencia de cuantas hemos visto. Tampoco están predispuestos los lugareños para informar al forastero, sólo harán caso si es de su interés, y aun así, si pides información y te la dan, preocúpate de volver a preguntar en otro lugar y verás que ni el primero ni el segundo han sabido asesorarte. 
Es Cajamarca una ciudad donde la actividad comercial se nota por todos lados. Los mercados callejeros animan la vida en las calles hasta el punto de colapsar el tráfico rodado.

                                      Mercado callejero matinal 

Los productos como la patata se venden al por mayor a un precio de salida que ronda los 7 soles la arroba (estas son las medidas al uso).
Para hacerse uno a la idea de la fisonomía de esta ciudad es aconsejable subir al mirador de Santa Apolonia. Los mototaxis te llevan por la ciudad a razón de 3 soles la carrera. Es el transporte más económico.

                  Vista parcial de Cajamarca desde el mirador de Santa Apolonia

                                           Cajamarca. Plaza de Armas

                                                  Iglesia de S. Francisco

A unos pasos de la plaza de armas se encuentra el llamado Cuarto del Rescate. Una construcción de sillares calizos de unos 80 metros cuadrados en donde se supone que Francisco Pizarro apresó al Inca Atahualpa, que ofrecería a los españoles llenar dos veces la habitación de plata y una de oro para poder ser liberado. Este episodio de la Historia y otros relacionados con la etapa colonial, se prestan en Perú para hacer un discurso donde el español se ve como el ocupante, el invasor, y así se oye y se repite en los discursos manidos de muchos guías turísticos.


                                                   Cuarto del rescate


                                         Vendedora de cuyes

El cuy asado o frito es uno de los platos típicos de Cajamarca y de los menos baratos. Un menú de sopa y cuy puede costar sobre 15 o 20 soles.

                                                       Cuy

Aunque durante los fines de semana la actividad comercial continúa activa, es frecuente encontrar establecimientos cerrados. Así nos ocurrió con el museo Arqueológico, en fase de reformas, o con la propia oficina de información turística.

                                       Museo arqueológico


Uno de los mayores atractivos de la ciudad de Cajamarca son los llamados Baños del Inca, un gran centro de piscinas, pozas, salas de masajes, lago, saunas, etc, que aprovechan naturales y foráneos al precio de entrada de 2 soles (0,57 euros). Las piscinas humeantes permiten adivinar que, en origen, el agua brota a 90º C.


domingo, 24 de abril de 2016

12ª etapa. Chachapoyas-Leymebamba

12ª etapa. Chachapoyas-Leymebamba


San Juan de la Frontera de los Chachapoyas, nombre que oficialmente tiene esta ciudad desde su fundación en 1538 por el cántabro Alonso de Alvarado, es hoy en día una ciudad de poco más de 30.000 habitantes perteneciente a la región peruana de Amazonas. La vida de esta villa del interior peruano gira alrededor de su plaza central. La iglesia, la municipalidad y casonas de tipo colonial reconvertidas en negocios hoteleros, restaurantes y otros locales de promoción turística completan el cuadrilátero. Situada a 2335 metros sobre el nivel del mar, es frontera natural con el Amazonas. 

                                   Plaza central de Chachapoyas

El medio natural, la oferta cultural, histórica y arqueológica atraen cada vez más turismo. Hay mucho que mejorar en esta región peruana, como por ejemplo la cobertura wi-fi, muy deficiente y en muchos casos inexistente. Sin embargo, me cuentan algunos lugareños que el avance en las condiciones de vida y las comunicaciones terrestres ha sido manifiesta en los últimos años. Particularmente no quiero imaginarme como serían esas condiciones anteriormente si ahora son como las he conocido.

                            Jirón Amazonas, calle peatonal de Chachapoyas

 Uno de los atractivos medioambientales mas sugerentes para los turista de esta zona es la catarata Gocta que con sus 771 metros de caída es una de las más altas del mundo.
Los sarcófagos de Karajía,  los mausoleos de Revash, los  de Petanca o la fortaleza de Kuelap son otros ejemplos que sirven al turismo cultural para  estudiar y valorar el patrimonio chachapoyas.

Kuelap es un recinto amurallado y situado a unos 3000 metros de altitud. Es, por el momento, la principal y más monumental de las ciudades Chachapoyas. Es el pueblo Chachapoyas una de las más importantes culturas preincaicas de Perú. Su historia se extiende entre los siglos V y XVI.
La ciudad de Kuelap debió construirse hacia el siglo XI y mantuvo su estructura hasta la conquista inca de este territorio en 1470. se trata de un recinto amurallado de 580 metros de largo por 110 de anchura aproximada.


                                         Fortaleza de Kuelap



Sobre un recinto amurallado hasta, en ocasiones, 19 metros de altura, se disponen más de 400 edificios y casas sin un orden establecido que ocupaban la mayor parte del recinto, dejando entre sí muy pocos espacios libres. Se trata de estructuras de planta circular formadas por paredes de piedra unidas con argamasa y cubiertas en su momento con un tejado de madera y paja.

                   Kuelap y recreación de una de las casas.

Entre las ruinas crece un bosquecillo de lanches sobre los que viven plácidamente el musgo, bromelias como las achupallas y algunas orquídeas.





                                         Kuelap, decoración de algunas casas


Por último quiero mencionar que en Chachapoyas tuve la oportunidad de charlar con dos españoles significados en esta ciudad, el sacerdote riojano Antonio Aransay y Caty una religiosa extremeña de Puebla de la Calzada, a la que sorprendí atendiendo sus quehaceres habituales. 
Y, tras dos días de estancia en esta localidad, proseguimos nuestra ruta hacia Leymebamba. Las ciudades de Chachapoyas y Leymebamba está separadas por 84 kilómetros de carretera, y unidas  por el río Utcubamba que nace en esta última, de la confluencia de dos ríos menores. La carretera surca un cañón flanqueado por pendientes calizas de vegetación baja donde asoman los cactus S. Pedro a modo de candelabros.


                                         Cañón del Utcubamba

 Leymebamba cuenta con unos 2000 habitantes que se duplican si contamos con los existentes en todo su distrito.


                                                    Leymebamba



                                                   Plaza de Leymebamba

 Uno de los atractivos de esta localidad es su museo. Alberga varias salas dedicadas a arqueología, etnografía y, sobre todo a proteger más de 260 momias chachapoyas localizadas en el emplazamiento de la Laguna de los Cóndores.

                                   Museo de Leymebamba: momia.

                                           Museo de Leymebamba: momia

   Me atrajo personalmente la idea de visitar el llamado hogar de Leymebamba. Una institución que tiene como objetivo atender a una población escolar dispersa por las aldeas y casas apartadas del distrito. Estos muchachos son alimentados y atendidos en sus necesidades educativas, afectivas y socializadoras. Magnífica labor de la que son corresponsables la iglesia, dicho con carácter general, y el claustro de profesores del colegio almendralejense de Ruta de la Plata. En lo particular, los nombre de Coro y Juan Andrés son los que los representan.

                                 Patio del hogar de Leymebamba

Es este un mundo rural, cerrado, carente de comunicaciones razonables, olvidado de la administración del estado peruano, que continúa, sin embargo con una vida dedicada al cultivo en la chacra. Pequeñas parcelas que no alcanzan más que para dar un mínimo de viabilidad a las vidas de estas personas parecen resbalar de las pendientes sobre las que están asentadas





Son laderas invadidas por un manto de nubes que surgen de improviso para dejar en penumbra un mundo olvidado


Economía de subsistencia con imágenes que recuerdan tiempos pretéritos.


En todo esta región chachapoyas y territorios colindantes la arquitectura popular emplea materiales pobres y tradicionales, el tapial y los adobes junto con la madera y la teja curva. Son viviendas con muy pocos vanos, apenas una puerta y una ventana,  que protegen del rigor del clima y crean vidas hacia dentro.


11ª etapa. Frontera Ecuador-Perú

11ª etapa. Frontera Ecuador-Perú


Tres frontera principales conectan a Ecuador y Perú, la más oriental es la menos transitada, la más difícil y la que nos lleva a la región amazónica de Perú. Desde Loja o Vilcabamba, como es mi caso, se puede acceder a esta frontera vía Zumba y La Balsa. Tras un primer tramo de pavimento aceptable, el asfalto desaparece y se inicia una aventura interminable de barro, arroyos, laderas amenazantes que los conductores de autobús vienen asumiendo desde siempre. Los ecuatorianos y foráneos no merecen ese tormento, y menos en un entorno natural tan privilegiado. Maravilloso paisaje que se disfruta con el esfínter cerrado y el aliento contenido. 



                            Carretera a Zumba. Sur de Ecuador

                                       Carretera a Zumba. Sur de Ecuador


Desde Vilcabamba son 4 horas y media de suspense. Y lo peor está aún por llegar. Si has madrugado, puedes estar en Zumba a las 10,30 horas. Las opciones que tienes son dos: esperar a que la chiva (autobús adaptado) salga a las 14,30 h. o buscar aliados para compartir un pickup. En este último caso y durante una hora y cuarto el vehículo trepará, saltará y sufrirá un camino aún peor si cabe que el anterior. Vivos pero con el estómago hecho un guiñapo, por fin estamos en la frontera de la Balsa. Han pasado 6 horas desde que nos montamos en el primer autobús en Vilcabamba. 


                       Chiva. Terminal de autobuses de Zumba. Ecuador.


Los trámites fronterizos son sencillos y rápidos. El guardia ecuatoriano se ofrece incluso a disparar nuestra cámara de fotos. Es aconsejable hacer en este momento el cambio de moneda. En Perú el euro es aceptado pero no cae simpático, al menos en esta zona, prefieren el dólar y ofrecen unos tipos muy bajos, no más de 3,2 soles por euro cuando la cotización oficial es de 3,7. Saquen sus propias conclusiones.
Al lado peruano de la frontera se pasa andando por un puente de 60 metros de longitud. De nuevo se rellena una ficha con los datos personales y te sellan el pasaporte. 


                                        Frontera de la Balsa. Ecuador-Perú
 

Nos despedimos de Ecuador con agradecimiento por el trato correcto recibido, con el recuerdo de las víctimas del terremoto y la mente llena de imágenes fantásticas, de naturaleza y del olor de las comidas. Ecuador es el país que nos dejó por primera vez sin sombra, la estrella polar desapareció y un cielo nunca visto nos enseñó la Cruz del Sur.
 Ya en territorio peruano la condiciones mejoraron sensiblemente. Entramos en un territorio cafetero. Los agricultores y sus familias extienden sobre la misma carretera sábanas y plásticos para solear y secar los granos recolectados. Sólo nos queda sortearlos mientras avanzamos.
La mejor opción aquí para continuar viaje es seguir con tus aliados para, juntos tomar un taxi compartido que te llevará hasta la localidad de S. Ignacio (15 soles por persona) por una carretera, eso sí, que está bien asfaltada. Son las 15,00 horas, parada para comer. Desde este punto hasta la terminal de furgonetas hay que tomar un mototaxi. De nuevo aquí hay que armarse de paciencia porque los taxis compartidos y las furgonetas no salen hasta que no completan su aforo. La carretera hasta Jaén cae en picado. Una cuesta abajo de más de 140 kilómetros acompañados por un bosque de cataguas y por el curso del Chinchipe, tributario del Marañón. Estamos en la cuenca amazónica. Aquí las aguas no corren hacia el Pacífico, van a desaguar al Amazonas. A derecha e izquierda se suceden bosques de ladera y aparecen arrozales en bancales, cocoteros, algunos cafetales y, en general, un campo donde la actuación humana se refleja en la parcelación y la modificación del medio natural para provecho humano.


                                                   Río Chinchipe

           Campos de arroz junto a la carretera S. Ignacio-Jaén. Perú



La Llegada a Jaén se hace a las 19,00 horas. Es esta una ciudad que según los comentarios que hemos oído no dejan en buen lugar. Parece que la convivencia no ofrece buenos índices de seguridad ciudadana. Dada la hora, sin embargo, y después de 13 horas de viaje parece razonable pernoctar aquí y continuar nuestro viaje al día siguiente, sin embargo, se presentó la ocasión de proseguir con otras personas que seguían nuestra misma ruta. Aceptamos el envite y decidimos proseguir hasta Bagua Grande y nada más apearnos, aparecieron nuevas ofertas para, finalmente, viajar a Chachapoyas. Son dos horas más de viaje que pronto quedaría truncado por el derrumbe de la ladera de la carretera. Los responsables decidieron que hasta por la mañana no se iniciaría los trabajos de limpieza y metidos en una cola de vehículos a ambos lados del siniestro, nos tocó pasar la noche en el taxi. El Utcubamba, otro afluente del Marañón al que tributa en sentido contrario al Chinchipe nos cantó en voz alta toda la noche. Las primeras luces del alba iluminaron un espectáculo de miles de toneladas de barro, lodo y rocas del tamaño de un coche que habían rodado ladera abajo animadas por la lluvia.

       Deslizamiento de la ladera junto al Utcubamba en la carretera Bagua Grande- Chachapoyas


La máquina puso orden en el desaguisado en una hora y, cuando el monstruo mecánico se apartó, una lengua de vehículos en ambos sentidos se decidió a avanzar. Eran las 7 de la mañana. La carretera desde Bagua Grande no dejó de ascender, íbamos contra corriente. Una hora después, llegamos a Chachapoyas tras atravesar un profundo cañón de más de 50 kilómetros de longitud.