Por fin el llano puso orden en tanto sube y baja. Los Andes son preciosos y tienen una imagen majestuosa pero al cabo de tantos días se agradece una pausa. Lambayeque, sorprendentemente, no tiene terminal de autobuses. Hay que tomar un taxi colectivo que por 2 soles te lleva hasta Chiclayo y allí Emtrafesa, o cualquier otra empresa de transportes te facilita el pasaje hasta Trujillo. Los más de 200 kilómetros que separan estas dos ciudades se hacen en 3 horas y media. Es la carretera Panamericana que aquí se torna llana y de firme aceptable. En el recorrido se suceden las imágenes cenizas y solitarias del desierto costero, con el verdor de los valles fluviales que, a trechos, cobijan arrozales y maizales.
Desierto costero
Trujillo es una gran ciudad costera peruana. Sigue los mismos patrones arquitectónicos que el resto de ciudades que he visitado. Guarda un cierto sabor colonial, pero sólo en su centro histórico, fuera de ahí el mal gusto de las casas sin rematar, los escasos enlucidos de paredes y el cableado caótico de toda la ciudad la afean y oscurecen. Es también, al igual que otras, una ciudad ruidosa hecha para los coches, furgonetas y taxis. No hay semáforos para peatones, los pasos de cebra están para embellecer el asfalto, no para ser respetados. Y, sin embargo, Trujillo guarda un sabor a cocina, a cultura, a universidad.
Plaza de Armas
La oferta cultural es amplia, estamos en territorio mochica. El Moche es el río que acaricia a Trujillo por el sur. Su vega se torna verde de huertos y sembrados y acoge los vestigios de la cultura moche, pueblo agrícola precolombino que tuvo su mayor desarrollo entre los siglos II y VIII.
Cerro Blanco y Huaca de la Luna en primer término
Trujillo guarda en sus proximidades otra gran sorpresa, las ruinas de la antigua capital del reino Chimú. Entre Trujillo y la próxima ciudad de Huanchaco se encuentran el Museo del sitio y las ruinas de Chan-Chan, una ciudad que cubre un área de 20 kilómetros cuadrados. Situada en pleno desierto costero, sus construcciones se hicieron con grandes ladrillos de barro secado al sol. Estos adobes han terminado por ceder, en parte, ante fenómenos climáticos como el Niño, pero han sabido aguantar el rígido clima árido de la costa peruana. Sólo los recintos centrales de esta gran ciudad ocupan un área de 6 kilómetros cuadrados. Es aquí donde se ubican las zonas visitables como el palacio de Nik An. La cultura Chimú brillará al final de la etapa mochica y declinará con la invasión inca de su territorio en el siglo XV.
Decoración del Palacio de Nik An
Decoración del Palacio de Nik An
Corredor
Cerámica chimú
Cuando, en nuestro viaje de regreso a Trujillo creemos que Chan-Chan ha finalizado, nos encontramos con nuevas huacas. Estas pirámides truncadas edificadas enteramente con adobes son el testimonio de la grandeza que en su día alcanzó la cultura Chimú. Entre estas otras pirámides podemos destacar la Huaca Esmeralda. (La misma entrada de Chan-Chan nos permite acceder a su interior).
Huaca Esmeralda
Los turista que recorren esta costa del Pacífico evitan las playas próximas a Trujillo. Son recomendables y más seguras las de Huanchaco, un pequeño pueblo pesquero dependiente de Trujillo que presenta un ambiente más turístico. El embarcadero y sus proximidades son testigos de las galopadas de los caballitos de totora echando sus redes o complaciendo a turista aventureros.
Huanchaco
Ayer me enteré de la existencia de este blog. Supongo que el viaje estará resultando apasionante. Lo he leído todo del tirón y me ha parecido muy interesante.
ResponderEliminarBuen viaje y a disfrutarlo. A la vuelta nos contarás.
Un saludo desde Extremadura.