Abandonamos
Cuzco con imborrables imágenes en nuestra memoria. Nos despide la
imagen escultórica del inca Pachacútec alzado sobre un imponente
pedestal situado en las proximidades de la terminal terrestre. Hemos
iniciado esta nueva etapa con la advertencia de que no llegaremos a
Puno. Una huelga de mineros ha cortado la carretera a la altura de la
ciudad de Juliaca. En principio todas las empresas de transporte
habían suspendido las salidas, hasta que una de ellas se decidió a
hacerlo hasta la misma ciudad de Juliaca. Un grupo de viajeros
decidimos apostar por la salida y así se inició el viaje. El
autobús resultó ser una auténtica lechera que lento en su marcha y
parando cada dos por tres hacía interminable el avance. La primera
parte del recorrido discurre por un valle agrícola fértil y bien
aprovechado por los vecinos. Alternan la agricultura cerealista con la
ganadería vacuna y habitan en modestas casas de adobes sin lucir
cubiertas en muchos casos por chapas onduladas en sustitución de
tejas.
La
segunda parte del recorrido, tras una subida sostenida, se va
anunciado poco a poco por la desaparición completa de las arboledas
y de los sembrados. El terreno se vuelve amesetado, hemos subido por
encima de los 4000 metros, los pastos se adueñan del paisaje, las
vacas, alpacas y ovejas pacen a sus anchas.
En estos terrenos llanos
y elevados del altiplano peruano las aguas corren lentas, pausadas,
sin apenas apreciarse el movimiento en su superficie. Ahora las aguas
viajan al sur hasta encontrarse con su destino inevitable, el
Titicaca.
Nuestra
llegada a Juliaca, tras siete horas de viaje, coincidió con el
levantamiento del piquete minero. El atasco kilométrico producido
por tantas horas de corte de tráfico no auguraba una marcha rápida
hasta Puno. Abandonamos Juliaca, una ciudad que muestra una imagen
de provisionalidad, parece estar haciéndose. Es una ciudad sucia,
invadida por el polvo que levanta el viento abundante de esta zona y
el transitar por sus calle terrosas de los vehículos a motor. Gran
tarea para sus gobernantes que, además, deben limpiar la imagen de
ciudad peligrosa.
Río Maravillas y Juliaca al fondo
La carretera de Juliaca a Puno sigue el mismo
trazado llano y rectilíneo y, en sus lejanas vistas se advierten
zonas lacustres donde las zancudas se alimentan plácidamente.
El
último tramo de la carretera, a la entrada de Puno, se desciende
hasta la ciudad en un paisaje con el lago al fondo que nos pareció
de una gran belleza. Estamos a 3820 metros de altitud. Los días son soleados y la temperatura suave, descendiendo mucho por la noche.
Puno al atardecer a orillas del lago Titicaca
La oferta cultural de Puno es limitada, sobre todo si la comparamos con otras ciudades recientemente visitadas. La catedral, el museo Carlos Dreyer, la casa del Corregidor y algunas iglesias como la de la Candelaria, patrona de la ciudad.
Puno mira hacia el lago, en él encuentra su potencial turístico. El Titicaca es un lago con aspiraciones de mar, se extiende a lo largo de 160 kilómetros de norte a sur y unos 60 km de anchura como distancias mayores. Sus aguas pertenecen en un 60% a Perú y un 40% a Bolivia.
Vista parcial de Puno desde el lago
Puno, situado en una hermosa bahía, aprovecha los recursos arqueológicos de la zona y las islas, de Amantani, Taquile y las de los Uros como principales centros de interés. Y, de entre todas ellas, las islas flotantes de los Uros, más cercanas a la ciudad, guardan un atractivo especial. La totora, planta acuática, es la protagonista.
La historia de los Uros arranca 300 años atrás cuando, al parecer, la subida de las aguas del lago les obligó a idear este sistema de vida.
Las islas se construyen a partir de la raíz de la totora, sobre la que se depositan la totora en haces. El acceso a estas islas está rigurosamente controlado por sus moradores que exigen previamente el pago establecido para el paso de embarcaciones.
Puesto de control de acceso
Maqueta explicativa de la construcción de las islas
Los Uros, de lengua aymara, construyen sobre estas islas flotantes sus viviendas, y para ello se sirven del mismo material. Unas pocas placas solares les hacen un poco más fácil la vida. Tradicionalmente, sus ingresos económicos provenían de la pesca y la elaboración de artesanías
Grupo de Uros
La totora es también el material con el que construyen sus embarcaciones, los llamados caballitos de totora, algunas de sus artesanías y también ha sido utilizada como alimento.
En la actualidad el turismo ha supuesto para ellos una importante fuente de ingresos económicos. Los rituales de bienvenida en lengua aymara, la presentación de sus artesanías y los paseos en caballitos por el lago forman parte de un código aprendido y repetido mil veces con el objetivo de fomentar el gasto del turista.
Pocas veces la sensación de andar flotando resultó tan placentera.
Curiosísimos los usos de la totora.La panacea...sirve para todo...hasta para crear suelo...
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